La tarde del 18 de julio. la sublevación militar en Málaga
Edificio de la Aduana (antiguo Ayuntamiento de Málaga) el 19 de julio de 1936. Movilización de los obreros y las fuerzas del orden leales al gobierno.
Muy pocos se percataron de que aquella tarde, la del sábado 18 de julio de 1936, la historia cambiaría para siempre. Un sector del ejército se sublevó contra el gobierno republicano. La chispa se había prendido en Melilla un día antes, propagándose por todo el país rápidamente en los días sucesivos.
En la
capital malagueña los militares comprometidos con la insurrección habían
recibido la visita de Queipo de Llano en el establecimiento “La Alegría” con el
objeto de acordar los preparativos. De los oficiales que
acudieron a la reunión estaban el General Francisco Patxot Madoz, los tenientes
Francisco Ruiz Segalerva y Francisco Ramos Díaz de Vila, los capitanes Agustín
Huelin Gómez, Julio Hernando Pedrosa (enlace con Sevilla), el capitán Navarro y
el Teniente Treviño y Espejo de la Guardia de Asalto. Después de varias
reuniones secretas se estimó que, en cuanto recibieran la consigna, sacarían a
la tropa para proclamar el estado de guerra en Málaga, tras lo cual habría un desembarco de fuerzas marroquíes con las que controlarían la
provincia. No obstante, esto no ocurrió como se planeó.
La noticia de la sublevación militar sorprendió a las
autoridades políticas, a los sindicatos e incluso a los ciudadanos aquella
tarde del 18 de julio. Aunque en los meses anteriores se hubiesen producido
fuertes tensiones y muchos se atrevieron a hablar de una posible guerra civil,
los que más seguían opinando que la República pondría freno a tales
tentativas como así lo había hecho con anterioridad. Edward Norton, ex diplomático norteamericano, era un burgués
de ideas liberales hospedado en el Limonar, en una villa llamada Los Pinos,
junto a otras familias de los círculos más altos de la sociedad malagueña.
Escribe en su diario:
“Las calles estaban tranquilas cuando Nell y yo bajamos en coche al centro de
la ciudad la mañana del 18 de julio. Algunos huelguistas habían vuelto al
trabajo, había una fila de taxis en la Alameda y funcionaban los tranvías.
Alrededor de la gran estructura que era a la vez aduana, jefatura de policía,
cárcel y sede del Gobierno Civil, estaban apostadas secciones de la Guardia de
Asalto mientras otros entraban y salían por la amplia entrada a toda prisa. No
había nada anormal en un poco de actividad policial, por lo que no sospechamos
nada. Las tiendas estaban abiertas y las amas de casa abarrotaban los mercados.
Los periódicos matutinos no nos ofrecían ninguna noticia. La censura era
estricta, durante semanas no nos habían dado más que noticias falsas sobre
España. A eso de las once en el mercado, oímos rumores de un
sublevación militar en el norte de África, donde las tropas de una serie de
plazas, al mando de no se sabía qué general, se habían alzado contra el
gobierno. Nadie sabía nada en realidad. De vuelta a casa, parecía haber mayor
actividad en los alrededores de la Aduana, donde grupos de trabajadores estaban
discutiendo con los guardias de Asalto. No le dimos ninguna importancia”.
Josefa Jiménez Arjona tenía 14 años, hija de una familia
humilde. Su padre era panadero y su madre ama de casa. Vivían en la calle
Jaboneros y desde allí Josefa iba todas las tardes a darse un baño en la playa
del Faro acompañada de su madre. Aquella tarde hacía más calor
de lo acostumbrado. Recuerda que:
“Llegando al edificio de Correos estaba la
Guardia de Asalto, vestidos de gris, y frente a ella una hilera de caballos de
la Guardia Civil. Entonces, escuché decir a uno de los guardias de Asalto
señalando a los de enfrente - ¿Qué estarán tramando los canallas estos? -. Mi
madre, al ver este plan, me dijo que hoy nos íbamos a dar un bañito ligerito.
Una vez en la playa, comenzó a pasar un avión. Y luego otro, y así varias
veces. - Esto ya me mosquea a mi -, dijo mi madre”.
A las 5 de la tarde, se formó la Compañía reforzada con
cuotas de voluntarios. Formados en el patio del cuartel de Capuchinos, los
soldados recibieron instrucciones: “Por orden de la Superioridad, vamos a
proclamar en Málaga el estado de guerra ¡Viva España! ¡Viva la República!
¡Comportaos como patriotas!”.
Fueron horas confusas en toda España. El ejército actuaba al
grito de viva la República, para luego borrar de un plumazo todo aquello que
fuera republicano. Sobre las cinco y media la compañía, al mando del capitán
Huelin, salió del cuartel, seguida por la banda de música al son de la marcha
“los Voluntarios”. Se trataba de un pronunciamiento al más estilo decimonónico: iban al ayuntamiento de la ciudad para Leer el bando de guerra y
controlar puntos estratégicos (aduana, telégrafos, telefónica, etc).
Mientras la tropa desfilaba por las calles, los transeúntes
la observaban extrañados. Creyendo que se trataba de un embarco para sofocar
la rebelión en Melilla, el gentío alzó los puños y se dieron vivas al Frente
Popular y a la República. Sin embargo, los soldados no respondían, por lo que
comenzaron a sospechar de sus intenciones. Cuando llegaron a la Plaza de la
Marina, descubiertos sus verdaderos propósitos, la compañía rebelde fue
recibida a tiros por los Guardias de Asalto y militantes izquierdistas armados,
los cuales se atrincheraron en el edifico de la Aduana, sede del ayuntamiento.
Las fuerzas de Huelin retrocedieron y, mantuvieron posiciones, contestando al
fuego durante varias horas. Al mismo tiempo, otra sección se encargó de tomar
el edificio de la Telefónica y vigilar las principales calles céntricas,
mientras 26 unidades a caballo de la Guardia Civil se pusieron del lado de los
golpistas.
Francisco Toré Ruiz, de profesión albañil, tenía 22 años.
Estaba asociado al sindicato de la UGT. Por aquel entonces, todos los obreros
se encontraban en huelga general, una huelga que ya duraba más de un mes:
“Al producirse el golpe en Málaga yo, al igual que todos los afiliados a dicha sindical, nos presentamos en las sedes de los sindicatos para ofrecer nuestros servicios. Algunos de los compañeros nos dotaron de armas largas y cortas, las cuales las traían también del Gobierno Civil”.
Estas armas provenían de los contactos entre Guardia de Asalto y civiles sindicalistas, según referencia Ramos Hitos.
“Al producirse el golpe en Málaga yo, al igual que todos los afiliados a dicha sindical, nos presentamos en las sedes de los sindicatos para ofrecer nuestros servicios. Algunos de los compañeros nos dotaron de armas largas y cortas, las cuales las traían también del Gobierno Civil”.
Estas armas provenían de los contactos entre Guardia de Asalto y civiles sindicalistas, según referencia Ramos Hitos.
Luís Ramos Díaz de Vila era teniente de Carabineros y tenía
conocimiento sobre el Alzamiento antes de producirse por su hermano
Francisco, nexo entre Málaga y los oficiales sediciosos. Luís, vestido de
paisano declara:
“Me incorporé a las fuerzas sublevadas cooperando a tomar la Telefónica, marchándose después de haber dejado allí una sección con un sargento”. Momentos después, “el capitán Huelin me encomendó recogiera su sección y esperara las órdenes del Teniente Coronel de su Comandancia, marchando entre un diluvio de disparos por el puerto hasta llegar al primer puesto de la sección, que estaba como a unos cuantos kilómetros de Málaga”.
“Me incorporé a las fuerzas sublevadas cooperando a tomar la Telefónica, marchándose después de haber dejado allí una sección con un sargento”. Momentos después, “el capitán Huelin me encomendó recogiera su sección y esperara las órdenes del Teniente Coronel de su Comandancia, marchando entre un diluvio de disparos por el puerto hasta llegar al primer puesto de la sección, que estaba como a unos cuantos kilómetros de Málaga”.
En esos difíciles momentos el alcalde de Málaga, Eugenio
Entrambasaguas Caracuel, se hallaba en el ayuntamiento congregado con la Junta
de Festejos. Estaban examinando los proyectos de iluminación de la feria de
agosto cuando “sintió tumulto y ruido de disparos en la calle, informándole la
Guardia Municipal y elementos del Cuerpo de Bomberos, que se había producido un
movimiento militar y que estaban declarando el estado de guerra”. En seguida un gran número de personas que se encontraban en
el parque de Puerta Oscura huían del fuego pidieron asilo en el edifico, a lo
que el alcalde accedió. A continuación, “ordenó quedaran cerradas las puertas de la
Casa Consistorial y también ordenó a todas las fuerzas municipales y personal
que se encontraba en el edificio no hicieran fuego ni resistencia, disposición
que quedó cumplida durante toda la noche”.
Josefa regresaba de la playa cuando:
“Llegando a la Plaza de
la Constitución se formó un tiroteo porque uno que trabajaban en el Tranvía
gritó ¡Viva la República! Al oficial que encabezaba la compañía militar. Mi
madre y yo en medio de los tiros corrimos hacia el Pasaje de Marmolejos y nos
metimos en un portal para protegernos de las balas. Estuvimos así un tiempo
hasta que la cosa pareció más calmada. Salimos y cogimos el puente para ir al
Barrio de la Trinidad. Pasando el puente se formó otro tiroteo. Por la calle
Trinidad, otro tiroteo. Hasta que ya llegamos a la casa. Desde la ventana
escuchábamos los tiros. Entonces, cesó y Málaga quedó bajo la República”.
Los tiros amainaron al asomarse la noche. Rotas las
esperanzas de un desembarco de tropas norteafricanas, y sin comunicación con Sevilla (nucleo de la insurrección del sur a manos de Queipo de Llano), el General Patxot se vio en un callejón sin salida. Como último esfuerzo, ordenó que la Aduana fuera cañoneada hasta su rendición. Por el
contrario, los oficiales Huelin y Segalerva se negaron a obedecer tales órdenes y
se retiraron. Sería la una de la madrugada cuando la soldadesca desertaba en
masa y los guardias civiles se recluyeron en sus cuarteles. El movimiento
subversivo agonizaba y llegaba a su fin.
La noche del 18 al 19 de julio, sin embargo, ardieron calle Larios y varias casas de la
burguesía malagueña del Limonar. Las columnas de humo preconizaban la furia que
en los años siguientes se iba a desatar. La Guerra Civil había empezado.
Última corporación del Ayuntamiento de Málaga. Febrero de 1936.
Eugenio Entrambasaguas Caracuel en el centro con la vara de mando.
Luís Ramón Díaz de Vila, teniente de carabineros, hermano del que fue nexo entre Queipo de Llano en Sevilla y los militares comprometidos con la sublevación en Málaga.
Última Josefa Jiménez Arjona, testigo en la tarde del 18 de julio. Tenía 14 años entonces.
Edward Norton, ex diplomático
americano afincado en el Limonar, Villa de Los Pinos y regente de una fábrica de exportación. Testigo de lo ocurrido la tarde del 18 de julio de 1936 en Málaga
Entevista a Josefa Jiménez Arjona. Mayo 2010
Causa nº 5942/1940. Juzgado Militar nº 13 de
Málaga. Proceso contra Francisco Toré Ruiz. Archivo del Juzgado Togado Militar
Territorial nº 24 de Málaga.
Causa 32/1937. Juzgado nº 15 de Málaga. Proceso
contra Luís
Ramos Díaz de Vila. Archivo del Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de
Málaga.
Causa 93/1936 contra el General Patxot y otros. Juzgado Militar nº 13 de Málaga
RAMOS HITOS, JUAN A.: Guerra Civil en Málaga. 1936-1937. Revisión
histórica. Algazara. Málaga, 2003. pags 87-88
BEEVOR, ANTHONY: La Guerra Civil Española. Crítica. Barcelona. 2005.
Causa 93/1936 contra el General Patxot y otros. Juzgado Militar nº 13 de Málaga
FRASER, RONALD: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Biblioteca de la
Guerra Civil. Planeta DeAgostini.
Barcelona, 2005.
PAYNE, STANLEY.: El colapso de la República. Los orígenes de la
Guerra Civil Española (1933-1936). Biblioteca de la Guerra Civil, Planeta
DeAgostini. Barcelona, 2005.
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Guerra Civil Española (1933-1936). Biblioteca de la Guerra Civil, Planeta
DeAgostini. Barcelona, 2005.
NORTON, EDWARD: Muerte en Málaga. Testimonios de un americano sobre
la guerra civil española. Publicaciones
de la Universidad de Málaga. 2004
Autor del artículo: Francisco González López