La exhumación de Franco del Valle de los Caídos

El dictador Franco en su discurso inaugural del Valle de los Caídos. 1959 


ANTECEDENTES: LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA

En abril de 1931 se proclamó la II República Española. El rey Alfonso XIII, tras 29 años de reinado, marchaba al exilio con la siguiente declaración: «Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil»[1]. Comenzó de esta forma uno de los períodos históricos más trascendentales de España.

Lo que ocurrió a continuación fue una explosión de júbilo sin precedentes. Millones de ciudadanos se manifestaron en las calles al grito de viva la república. Era, sin duda, el reflejo del entusiasmo y de las grandes esperanzas de cambios que el pueblo español siempre había añorado. El primer gobierno de Manuel Azaña (1931-1933), integrado en su mayoría por republicanos de izquierdas y socialistas, promulgó una suerte de reformas que afectaban a la agricultura, la educación, la secularización del Estado, las relaciones laborales o el ejército. De esta manera, los republicanos querían modernizar un país harto atrasado con elevadísimas tasas de pobreza y analfabetismo.

No obstante, la puesta en práctica de las nuevas reformas se topó con el rechazo de grupos oligárquicos: la iglesia, el ejército y los grandes terratenientes. Éstos, viendo peligrar su hegemonía, estaban dispuesto a acabar con el régimen a toda costa. Ocurrió que, apenas un año después de la proclamación de la república, el general José Sanjurjo, entre otros, dio un fallido golpe de Estado. Sanjurjo fue hecho prisionero y sentenciado por un tribunal de guerra a la pena de muerte, siendo indultado en consejo de ministros. El militar golpista marchó al exilio, y el régimen republicano evitó convertirlo en mártir gracias a este benevolente indulto. Manuel Azaña escribió en su diario el 25 de agosto de 1932: "Voté yo el último, a favor del indulto. Fusilar a Sanjurjo nos obligaría a fusilar después a otros seis u ocho. Fusilando a Sanjurjo haríamos de él un mártir. Más ejemplar escarmiento es Sanjurjo fracasado, vivo en presidio, que Sanjurjo glorificado, muerto"[2].  

Manuel Azaña. Primer presidente de la República.

Después de este suceso, los grupos oligárquicos comenzaron a organizarse en el plano político. Fundaron la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), y otros partidos de corte monárquico, e hicieron un llamamiento al boicot de las reformas, produciéndose la desobediencia en todos los ámbitos de la administración. Esta actitud generó un profundo malestar en la clase obrera, cuya postura fue radicalizándose a medida que las reformas quedaban la mayoría de las veces en papel de borraja. El 8 de enero de 1933 el sindicato anarquista de la CNT proclama una acción insurreccional a nivel nacional. Hubo huelgas, incidentes con explosivos y simbólicas proclamaciones del comunismo libertario en algunas poblaciones españolas. Las fuerzas del orden quedaron avisadas y tomaron posiciones en diferentes lugares donde se preveían disturbios. Hubo varios muertos.

Pero la peor parte se la llevó los vecinos del pueblo de Casa Viejas (Cádiz). En la noche del 10 de enero y en la madrugada del 11, un grupo de campesinos afiliados a la CNT iniciaron una insurrección. Por la mañana rodearon, armados con escopetas y algunas pistolas, el cuartel de la Guardia Civil, donde se encontraban tres guardias y un sargento. Se produjo un intercambio de disparos y el sargento y uno de los guardias resultaron gravemente heridos (el primero moriría al día siguiente; el segundo dos días después)[3]. La respuesta de las fuerzas del orden fue devastadora. La guardia civil y la guardia de asalto actuaron de forma desmedida: veintidós campesinos murieron; hubo torturas, una familia entera ardió en su choza y se produjeron fallecimientos por infarto debido a las impresiones. La república ya tenía su primera gran tragedia[4]. 

Cadáveres amontonados tras la matanza de Casas Viejas

Conocidos los hechos en el resto de España, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario que conmocionó a la sociedad española. Los sucesos de Casas Viejas se convirtieron en un grave problema político que dio como resultado la división entre republicanos y partidos obreros. la victoria del Centroderecha (Partido Radical y CEDA) en las elecciones de noviembre de 1933, debido a la falta de coalición de las izquierdas, fue la gota que colmó el vaso en esta crisis.

Durante el siguiente período (1934-1936), las reformas se paralizaron completamente o, por el contrario, se promulgaron contrarreformas que beneficiaban a los grupos oligárquicos. Entonces, se produjo la segunda gran tragedia de la república. Los mineros socialistas de la cuenca de Asturias, en conjunción con los anarquistas, tramaron una insurrección armada. Tomaron algunos pueblos y ciudades, y proclamaron la revolución, asesinando a 34 personas, la mayoría de ellos religiosos. El gobierno pidió al general Francisco Franco que solucionase esta crisis. Franco envió tropas norteafricanas a la zona del conflicto. Los mineros se rindieron pronto. La represión del ejército fue brutal: 1.100 muertos, 2.000 heridos y 30.000 prisioneros en toda España. La imagen de Franco se vio fortalecida y se convirtió en el adalid del orden y de la fuerza para la Derecha española.


Guardias civiles conducen a prisioneros en Brañosera (Castilla León)


La sociedad española estaba dividida. Había mucha tensión política. En las calles de Madrid y Barcelona se producían tiroteos entre sindicalistas y miembros de la Falange Española, el partido fundado por José Antonio Primo de Rivera, casi un calco del fascismo italiano. Muchos antirrepublicanos estaban convencidos de que había que instaurar un régimen militar como en otras ocasiones había sucedido. Se hablaba de ‘guerra civil’ con frecuencia, lo cual se leía en los artículos periodísticos, se oía en los discursos de los políticos. La conflagración civil era como un fantasma que rondaba a esperas de aparecerse.


ELECCIONES DE 1936

Tensiones internas entre los partidos del bloque Centroderecha y varios escándalos políticos destapados acabaron con la disolución de las Cortes y con la convocatorio a elecciones para el 16 de febrero de 1936. Las Izquierdas se unieron en coalición bajo el Frente Popular, mientras que las Derechas se presentaron sin un programa común. Como resultado, el Frente Popular gana con la participación más alta de las tres elecciones generales que tuvieron lugar durante la Segunda República (el 72,9 %), lo que se atribuyó al voto anarquista que evitó su frecuente abstencionismo. Curiosamente, el Partido Comunista se estrenó en el parlamento con sólo 17 diputados, lo que mostraba que se trataba de un partido minoritario en aquellos momentos.

Este resultado no iba a ser aceptado en absoluto por las oligarquías, para quienes la derrota electoral de las Derechas suponía la última esperanza de recobrar su hegemonía por medios constitucionales. Ya habían jugado lo suficiente al juego de la democracia y tramaron que, si las Izquierdas salían victoriosas, ellos y el ejército tomarían cartas en el asunto.

LA TRAMA

Desde sus inicios, la república se enfrentó a la antipatía de grupos oligárquicos deseosos de reinstaurar un régimen monárquico de corte militar y religioso. La república intentó ser derrocada en 1932 con el golpe fallido de Sanjurjo. También lo intentaron en 1934, cuando el rey Alfonso XIII, que estaba exiliado en Italia, pidió apoyo a Mussolini para «un eventual golpe de Estado que se produjera en España para (...) restaurar la Monarquía». El gobierno fascista italiano se comprometió a aportar 1 millón y medio de pesetas, 200 ametralladoras, fusiles y granadas de mano. Firmaron el acuerdo por parte española el general Barrera y representantes de los partidos Renovación Española (monárquico) y Comunión Tradicionalista (carlista), cuya operación no se llevó a cabo hasta 1936. 

El líder de la CEDA, José María Gil-Robles, personificó el intento de derrocamiento del régimen penetrando en el sistema desde dentro[5]. Sus expectativas acabaron en frustración en febrero de 1936, al perder las elecciones. Sin embargo, un año antes había nombrado a generales derechistas para los puestos clave: Franco como jefe del Estado Mayor Central, Fanjul como subscretario de Gil-Robles, Goded responsable de Aeronáutica y Mola jefe de las fuerzas en Marruecos. Con esta acción, si fuera necesario proceder a un golpe de fuerza, las plazas más importantes estarían aseguradas.

Manuel Azaña y Franco a la derecha. 1932

Días después de las elecciones, el general Franco, que no sentía ninguna simpatía por la república, exigió al presidente provisional Manuel Portela Valladares que declarase el «estado de guerra» y anulara los comicios. Pero para su gran decepción, fue desautorizado para tal hecho. Valladares entregó el poder al Frente Popular antes de tiempo, y éste quitó a los generales sospechosos de sus puestos, reubicándolos en cuarteles alejados de los centros de poder. Tras este suceso, se da luz verde para la trama final.

Los militares insurgentes se reunieron varias veces a lo largo de los meses de mayo y abril del 36. El general Mola fue nombrado ‘el director’ y escribió las directrices del golpe militar: «Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades y sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas».

Pese a toda la organización, todavía les faltaba apoyo de otros oficiales, de algunos partidos de Derechas y de sectores sociales. La fecha se fue retrasando. Incluso en varias ocasiones estuvieron a punto de ser desenmascarados. El gobierno, pese a estar al tanto de tales propósitos, no estuvo a la altura de las circunstancias y creyó que, si los militares intentaban sublevarse, éstos serían rápidamente neutralizados, como ocurrió en 1932.

El general Emilio Mola, "director" del golpe

En la tarde del domingo 12 de julio de 1936 fue asesinado por pistoleros de extrema derecha​ el teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, un convencido republicano. En represalia, un grupo de guardias de asalto asesinaron al político José Calvo Sotelo, jefe parlamentario de los monárquicos Renovación Española. Estos sucesos aceleraron el golpe, el cual fue fijado entre el 18 y 19 de julio de 1936. Franco, desterrado en las Islas Canarias, sería trasladado a Marruecos y tomaría el mando del ejército norteafricano. Desde allí, con ayuda de aviones italianos, procedería al puente aéreo y se uniría con sus otros colegas que, desde las principales ciudades españoles, estaban sacando a la tropa a la calle para leer el bando de guerra. La guerra civil estaba a punto de estallar.

GUERRA CIVIL

La guerra civil española (1936-1939) fue la consecuencia de una lucha que venía de muy atrás entre distintas fuerzas: aquéllas que querían renovar el país y aquéllas que querían que España siguiera anclada en el pasado. El ejército siempre había jugado un papel pretoriano o de predominio en la vida política, además de formar un poder fáctico y una "casta" dentro de la sociedad española. No es de extrañar que en el siglo XIX se registraran nada menos que 26 pronunciamientos militares[6]. Los generales que se sublevaron el 18 de julio de 1936 eran los herederos de este pensamiento. Militares africanistas que habían luchado en las guerras de Marruecos y que se sentían fuertemente unidos con los destinos de España. Concebían el Estado como un nacionalismo rancio basado en la idea de orden, disciplina y ley castrense, en el que se entremezclaban la supremacía moral de la doctrina católica y una forma de patria necesariamente gobernada por un líder militar.

Dos meses de haber estallado la guerra, el 21 de septiembre de 1936, la Junta de Defensa Militar, organismo creado por los sublevados para asumir el papel de gobierno en los territorios controlados por los golpistas, elige al general Francisco Franco jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos. Desde este momento, Franco se hace con el poder indiscutible y su figura se convierte en un icono de la lucha del llamado ‘bando nacional’. Durante los siguientes 3 años, Franco se apropia del término empleado por los obispos españoles, y habla del eufemismo ‘cruzada religiosa’ aludiendo a la guerra. ‘Cruzada’ contra ateos, socialistas, comunistas, separatistas, revolucionarios, republicanos, etc. Es decir, todo lo que representaba para ellos la ‘anti-España’ frente a la España que ellos querían. Sin duda, la construcción de esas dos Españas fue una estrategia necesaria para legitimar y maquillar el golpe de Estado.

"Se podría decir que la II Guerra Mundial empieza el 18 de julio de 1936", según palabras del hispanista Paul Preston[7]. Nuestra guerra civil fue un conflicto de ideologías opuestas, de clases sociales enfrentadas, de revoluciones de diferentes arraigos y de modelos políticos que pugnaban por hacerse prevalecer en una Europa gobernada por viejos imperialismos. En los frentes de España lucharon nazis alemanes, fascistas italianos, portugueses salazaristas, comunistas soviéticos, anarquistas británicos, socialistas estadounidenses e intelectuales progresistas latinoamericanos, entre otras muchas más nacionalidades. Las ciudades y los pueblos españoles sufrieron los ataques de una nueva y temible maquinaria bélica que, más tarde, arrasaría el continente: la Legión Cóndor. Cuando Málaga cayó en manos de los sublevados, en febrero de 1937, la población civil huyó por la carretera de la costa, siendo acribillada por la aviación ítalo-alemana y por los buques españoles, cuyos muertos se salda en miles. Dos meses más tarde, Guernica, un punto en el mapa sin valor estratégico, fue arrasada por las bombas nazis, dejando alrededor de 300 muertos. Durante el transcurso de la contiendo, la cual duró 3 largos años, las principales ciudades españolas, especialmente Madrid, sufrió bombardeos casi a diario. Está claro que los sublevados no hubieran ganado la guerra sin la ayuda de Alemania e Italia, sea dicho. En abril 1939 Franco emitió el último parte de guerra. La guerra había terminado. Lo que a continuación llegó no fue la paz, sino 40 años de represión, fusilamientos, exilio y resignaciones.

Españoles intentando cruzar la frontera con Francia al final de la contienda


EL MONUMENTO

Rondaba 1940, un año después de la terminación de la guerra civil, y a Francisco Franco se le ocurrió construir una basílica donde enterrar con honores a los caídos en ‘su cruzada gloriosa’. Las obras tardaron dieciocho años en consumarse, habiendo sido edificado ladrillo a ladrillo por más de 20.000 presos políticos republicanos, según el investigador Juan Pablo Fusi. Estos presos eran todos españoles, a los que había que reeducar ideológicamente en los valores de la nueva España. ¿Y qué mejor manera que hacerlo mediante el sistema de redención de penas por trabajo? El edificio fue inaugurado el 1 de abril de 1959 coincidiendo con el vigésimo aniversario del fin de la guerra, y fue bautizado como el Valle de los Caídos, decorado con mosaicos y esculturas que exaltan la relación entre la religión y el franquismo.

No obstante, su columbario estaba vacío. Había que rellenarlo con huesos. Así que Entre 1959 y 1983 los restos de 33.833 personas de los dos bandos (21.423 identificados y 12.410 sin identificar) fueron trasladados a la basílica. Hay una anécdota substancial con respecto a estos traslados. Hace unos años se descubrió que el 50% de los restos pertenecían a víctimas republicanas y no contaron con el consentimiento de sus familiares. De esta manera prácticamente crearon un descomunal osario.

Cripta principal del Valle de los Caídos

No podemos comprender la cuestión de la exhumación de Franco sin abordar el notorio constructo creado alrededor de este monumento. Desde su inauguración, el Valle ha sido un lugar de peregrinación de falangistas, franquistas y ultraderechistas. Todos los años se suceden homenajes, ceremonias y misas por el dictador y por Primo de Rivera, el cual fue enterrado en la basílica en 1959. En otras palabras, representa la simbología del bando que resultó ganador en la guerra civil, cuyo régimen consecuente exaltó la memoria de sus víctimas y sepultó en las fosas del olvido la memoria de las otras víctimas, la del bando republicano, o sea, el bando perdedor.

Un ejemplo de este ‘olvido forzado’ lo tenemos en los relatos de los familiares de las víctimas. En casi todos los cementerios españoles hay fosas comunes con republicanos enterrados. Durante el franquismo, las autoridades locales prohibían que se les pudiera honrar de cualquier forma. Entonces, las mujeres escondían ramilletes de flores bajo sus faldas y las dejaban caer secretamente sobre las fosas. Era la única forma que ellas tenían para encomiarse a sus difuntos asesinados por el régimen.  

LA LEY DE MEMORIA HISTÓRICA

Otra cuestión atañe a los procesos históricos llevados a cabo durante el período comprendido entre 1975 y 1978, la llamada ‘Transición Española’. El cambio de un régimen dictatorial a otro democrático se hizo de una forma dulcificada, sin ningún juicio de responsabilidades, amparados en la ley de amnistía de 1977, una ley que buscaba pasar página a 40 años de crímenes y violaciones de derechos humanos. La democracia española dio sus primeros pasos evadiendo las responsabilidades con las víctimas del franquismo, por miedo a caer en otra espiral de violencia.

Pero la gente no olvidó. La memoria es imborrable, sobre todo si se trata de familiares fallecidos. Hubo que esperar al año 2007, cuando se aprobó la ley de Memoria Histórica, tras lo cual aparece un nuevo contexto: se crearon numeras comisiones de investigación en todas las provincias españolas, se comenzó a escribir un mapa de fosas y una lista de desaparecidos, se erigieron monolitos y monumentos conmemorativos para dignificar a las víctimas del franquismo, se cambiaron los nombres de las calles relacionadas con la dictadura, se abrieron por primera vez las puertas de los archivos militares y se exhumaron, como ocurrió en málaga, 2.840 cuerpos del cementerio de San Rafael: el mayor conjunto de fosas comunes de la Guerra Civil y el franquismo. Al mismo tiempo, se descubrió una verdad incómoda. No es una exageración que en España todavía hay miles de personas desaparecidas, sin que se sepan su paradero. 

Estrato con restos de fusilados en el cementerio de San Rafael (Málaga)

LA POLÉMICA DE LA EXHUMACIÓN DE FRANCO

El 24 de septiembre de 2019 la exhumación de Franco del Valle de los Caídos fue permitida por el Tribunal Supremo, sin antes haberse topado con trabas administrativas impuestas por grupos conservadores y por la propia familia del dictador. Estos hechos ponen sobre el tapete una infructuosa transición, un continuismo del franquismo con otras siglas, otra chaqueta o, quizás, con otros aires. La sombra del dictador todavía es omnipresente en las esferas de la administración de justicia, en políticos de derechas, en el ejército o en instituciones como la fundación Francisco Franco que, para colmo, recibió dinero público durante los mandatos del Partido Popular. Una ‘resignificación’ del monumento, tal y como pretenden hacer, es motivo de fuertes polémicas. Finalmente, su cuerpo fue inhumación en el cementerio de Mingorrubio, aunque con ello todavía no se ha cerrado el capítulo del Valle de los Caídos. ¿Qúe significado tiene el Valle y qué deberíamos hacer con él?

Bien, para los que evitamos las demagogias y nos atenemos al sentido común, el Valle de los Caídos no fue un monumento incluyente de ‘todas las víctimas’ de la guerra civil, sino de "memoria excluyente que tiene que ver más con la intención del autor del monumento que con la significación de la víctima", según la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos[8]Este monumento es un símbolo franquista. No es un símbolo de paz, ni mucho menos de reconciliación, porque mientras siga habiendo personas desaparecidas en fosas comunes o mientras haya políticos que renieguen de estas víctimas, nunca podremos sanar las heridas de la guerra. 

Sepultura de Franco dentro de la Basílica antes de ser exhumado en el 2019

En definitiva, la exhumación del dictador supone un paso importante para cerrar un ciclo que todavía está sin concluir. Pero, sobre todo, servirá para marcar un punto de inflexión en el presente, un período histórico que muchos escritores se aventuran a llamar ‘la segunda transición española’.  




[1] “La histórica entrevista de ABC a Alfonso XIII tras dejar de ser Rey” (2014). Disponible en https://www.abc.es/espana/rey-juan-carlos-i-abdica/20140603/abci-juan-carlos-alfonso-xiii-201406021742.html [último acceso 13.10.2019]
[2] "Fusilando a Sanjurjo haríamos de él un mártir" (1997). Disponible en https://elpais.com/diario/1997/11/28/cultura/880671604_850215.html [último acceso 12.10.2019]
[3] Casanova, Julián (1997). De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1936). Barcelona: Crítica. p. 111-112. ISBN 84-7423-836-6.
[4] Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 113.
[5] Tuñón de Lara, M. (1977) ‘Objetivo: Acabar con la República’, Disponible en http://www.sbhac.net/Republica/Introduccion/Conspira/Conspiracion/Conspiracion.htm
[6] Alía Miranda, Francisco. Historia del Ejército español y de su intervención política. pp. 18-20.
[7] Gómez, J. (2000) Lenta aniquilación. Disponible en https://elpais.com/diario/2000/08/01/revistaverano/965080819_850215.html [último acceso 13.10.2019]
[8] Restos de Franco: por qué es tan polémico el Valle de los Caídos en España (2019). Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49808171 [último acceso 14.10.2019]

Autor del artículo: Francisco M. González López