La mujer miliciana
La II República nació entre
ecos de cambio, en el que tanto hombres como mujeres fueron partícipes de una
suerte de ilusión sin precedentes. Esta nueva situación afectó a casi todas las
esferas de la sociedad, incluyendo también a la mujer. Primero, se les concedió
el sufragio pasivo en las elecciones a Cortes Constituyentes en junio de 1931,
pese a lo cual sólo tres mujeres pudieron obtener el escaño de diputadas frente
a los 470 existentes. Segundo, En 1933 se aprobó el sufragio universal, con el
que pudo ejercer su derecho al voto por primera vez en la historia de
España. Por un lado, la condición de desigualdad social en la que se
encontraba no había cambiado en absoluto. El mundo laboral seguía estando
dominado por el hombre, a la par que sus sueldos eran mucho más altos que los
de la mujer. Además, la entrada de la mujer en la vida política fue motivo de
largas disputas parlamentarias, de tal forma que, cuando se debatió el voto
femenino en el Congreso, un amplio sector de las Izquierdas se opuso porque pensaba que ellas todavía no estaban preparadas para votar debido
al peso moral eclesiástico.
Por otro lado, hubo dos
frentes de lucha: el primero, por abrirse hueco en la administración; y el
segundo, por adquirir una conciencia política de igualdad con el hombre. En el
primer frente contamos con feministas históricas de la brillantez de Clara
Campoamor Rodríguez, abogada y diputada que impulso el voto femenino,
o Victoria Kent Siano, también abogada y diputada, que llegó a ser
directora general de prisiones y la primera mujer del mundo que ejerció como defensa ante un tribunal militar. En el segundo frente tenemos la
comunista Dolores Ibárruri Gómez y la anarquista Federica
Montseny Mañe, quienes se centraron en infundir ideas emancipadoras, en un
sentido político, pues pensaban que de esta forma la mujer podría desvincularse
de la eclesia y adquirir una conciencia de clase mucho más elaborada, cuestión
ésta que alcanzó gran relevancia durante la guerra.
El 18 de julio de 1936
estalla la guerra civil. Durante los primeros meses se produce el caos total de
la administración del orden público y de justicia. La República tardaría más de
un año en controlar la situación. Esto se debió a que los aparatos coercitivos
estatales, gran parte de ellos vinculados al ejército, se desploman
estrepitosamente con la sublevación militar. El vacío creado va a ser rellenado
por un nuevo orden revolucionario, cuyos protagonistas serán las organizaciones
obreras. Aparece, como en tantos otros períodos de la historia, la figura del
miliciano. Sin embargo, ésta vez, la mujer va a ser protagonista y estará en
primera línea de batalla junto al hombre.
Hay que aclarar que la mayor movilización fue organizada por las organizaciones libertarias como la CNT, FAI y el FIJL. De este modo, tuvo lugar una experiencia libertaria entre ambos sexos que duró hasta finales de 1937, momento tras el cual se crea el Ejército Popular de la República (por dictamen comunista), suprimiendo las milicias y excluyendo a las mujeres que se encontraban en el frente.
Hay que aclarar que la mayor movilización fue organizada por las organizaciones libertarias como la CNT, FAI y el FIJL. De este modo, tuvo lugar una experiencia libertaria entre ambos sexos que duró hasta finales de 1937, momento tras el cual se crea el Ejército Popular de la República (por dictamen comunista), suprimiendo las milicias y excluyendo a las mujeres que se encontraban en el frente.
En este período, que duró un año y medio, cientos de mujeres (escritoras, idealistas, artistas y viajeras) vinieron a España para luchar contra el fascismo y estuvieron al pie del cañón tanto con balas como con aspiraciones feministas. Existe el caso de la argentina Micaela Feldman de Etchebéhère, "Mika", que tuvo el rango de capitana en un batallón de milicias del POUM. Aunque también vinieron otras mujeres a ayudar en la retaguardia, como la cubana María Luisa Lafita, la cual pasó un tiempo de enfermera en Madrid, y la fotógrafa italiana Tina Modotti, dedicada a la actividad política y cultural formando parte del II Congreso Internacional de Intelectuales frente al Fascismo que se celebró en Valencia en julio de 1937.
La experiencia de la mujer miliciana no fue siempre positiva. El patriarcado estaba tan arraigado en la sociedad que los hombres trataban a las mujeres como era habitual, habiendo muchos milicianos que se negaron a batallar con un ser al que consideraban débil. Al mismo tiempo que ocurría esto, las milicianas van a ser objeto de duras críticas por parte de sectores políticos de ambos bandos, tachándolas de ávidas sexuales. Son acusadas de propagar enfermedades venéreas y de perturbar la moral soldadesca (volviendo al viejo prejuicio cristiano). Esta campaña de difamación va a estigmatizar al género femenino permaneciendo en el imaginario colectivo incluso muchos años después de la guerra. Durante y después de la contienda bélica, la mujer miliciana hecha prisionera va a sufrir torturas, violaciones y se le aplicará el cruel castigo del aceite de risino y afeitado de cabeza. De hecho, a día de hoy son poquísimos los monumentos dedicados a la mujer miliciana, habiéndose mitificado este fenómeno a un nivel demagógico sin que exista una crítica interna de los sectores que lo han creado.
Para terminar, os dejamos
tres fuentes que podréis descargar en diferentes formatos. La primera son las
memorias de “Mika” bajo el título “mi guerra de España”,
una obra imprescindible y única para comprender la lucha librada por las
mujeres milicianas y las vivencias de las brigadistas internacionales. La
segunda es un trabajo de fin de grado de Mar Ávila Espada, con el
título “La miliciana en la guerra civil: realidad e imagen”. Y la tercer
son imágenes seleccionadas de milicianas.
⚫ ÁVILA
ESPADA, M. (2017): La
miliciana en la guerra civil: realidad e imagen. Universidad de Sevilla.
Autor:
Francisco González López