Cartas desde la prisión


En abril de 1939 la Guerra Civil Española termina con la victoria del bando franquista. Muy contrario a lo que se pensaba, con el último parte de guerra no vino la paz, sino otra conflagración: la que se libraba en los juzgados militares. La Ley de Responsabilidades Políticas trata de hacer una criba en todos los órdenes de la sociedad, castigando con efectos retroactivos a octubre de 1934 a todas las personas que habían tenido algún cargo de responsabilidad con la República. Esta ley se promulgó en febrero de 1939, dos meses antes de concluir la contienda, y estaría vigente hasta 1966.

Los resultados no se hicieron esperar. Los que no pudieron exiliarse a tiempo tuvieron que volver a sus lugares de origen. Fueron transportados en trenes a sus respectivas provincias y, nada más bajar en la estación de su vecindad, la Guardia Civil, acompañada de falangistas locales, metían en prisión a cualquier sospechoso. A mediados de 1939 los encarcelados ascienden entre 350.000 y medio millón de prisioneros, repartidos entre 104 campos de concentración estables y 180 provisionales (Reig Tapia, Franco: el césar superlativo) que, viniendo al caso podían ser una plaza de toros, un campo de fútbol, una iglesia abandonada o un pedazo de tierra con alambradas. Los tribunales militares se colapsan, pues cientos de miles de "reos" son susceptibles de ser enjuiciados inmediatamente.  

Los presos en conjunción con sus familiares y amigos mueven hilos para buscar avales o gentes que respondan por ellos. El párroco del pueblo es el primero al que deben acudir, pues desde que los nacionales han ganado la guerra, la iglesia ostenta un importante puesto en los engranajes de la represión ejerciendo, con sus avales, de juez omnipotente en los destinos de muchos “rojos”. Luego, les siguen los gerifaltes falangistas, cuyo partido político también va a ser vital en la oleada de denuncias. Con mucha suerte, si se afiliaban a la Falage Española y algún conocido “camisa negra” les acreditaba, podrían pujar por la inocencia del inculpado. Por último, estaban los propios jueces militares de los tribunales, a quienes agasajaban a veces con regalos con tal de que le conmutaran la pena al marido de uno o a la hermana de otra.

Existe multitud de correspondencia en los archivos de los juzgados militares; cartas que los presos escribían a sus familiares. Estas cartas debían ser acompañadas siempre de la misiva “¡¡Arriba España!! ¡¡Viva Franco!!” porque así creían que se ganarían la indulgencia del generalísimo. Por otro lado, muchas familias han guardado las últimas correspondencias de aquéllos que fueron condenados a pena de muerte, cuyas líneas han sido guardadas como el más preciado de los tesoros. En ellas podemos observar el estado psicológico del preso ante tal lance. Podemos percibir la esperanza, como lo último que se pierde. Al mismo tiempo, palabras de coraje hacia sus familiares, porque son conscientes del sufrimiento que les causará su muerte.

Antonio Narváez Cebrián[1], presidente del Comité de Enlace de Riogordo (Málaga) remite la última carta desde la cárcel de Málaga. En ella muestra serenidad porque está convencido que le iban a indultar. Aunque realizó todo tipo de trámites, todo esfuerzo fue en vano. Fue fusilado a las pocas semanas.

Prisión Provincial de Málaga a 17 de Octubre de 1939. Queridísimos hermanos y sobrinos: motivo de saber continuamente de vosotros por conducto de mi prima y hermano, me esmero en escribir, también sé que por el mismo conducto sabéis de mí. Expectante os dirijo la presente para que conozcáis que no os he olvidado. Y además visitándoos por vuestra próxima libertad según el indulto de nuestro generalísimo, en cuya justicia confío para mi salvación que estimado así será. Tu hijo vino a verme el jueves. Recibid recuerdos de los paisanos y a la vez el cariño de vuestro hermano y tío. Antonio Narváez”.

Otra carta apareció en el expediente[2] de Antonio Rodríguez Narváez, natural de Arenas y vecino de Periana (Málaga). Se le acusaba de ser uno de los dirigentes del Comité de Enlace de este pueblo. Fue fusilado el 4 de octubre de 1940 en el cementerio de San Rafael (Málaga). Su mujer habló personalmente con el Auditor y éste le llegó a decir que los papeles de la conmutación estaban en camino de Granada. Ella le escribe a su marido semanas antes de su fusilamiento:
                               
 Málaga a 18 de septiembre de 1940. Mi queridísimo esposo. Ante todo te deseamos un perfecto estado de salud, es todo cuanto nosotros para ti deseamos quedando por ésta todos bien gracias a Dios. Lo primero es para decirte que hoy mismo hemos recibido tu tan esperada carta. La cual nos produce una infinita alegría al ver que estás un poco más animado, como desde luego puedes estarlo porque las impresiones no pueden ser más buenas. Hoy mismo hemos estado en la Auditoria hablando personalmente con el señor Auditor, el cual nos ha dicho que los papeles están en Granada con la pena conmutada y esperando que vengan de un día a otro porque en cuanto que vengan te lo comunicaré. No sabes la alegría que todos tenemos porque aunque firmes treinta años eso no es nada porque esta misma influencia estás en la calle en dos días. Así que verdaderamente puedes estar tranquilo porque en seguida que firmes me lo comunicas en seguida. A lo que dices del niño, te digo que está bien lo que has pensado que cuando vegas para ingresar entonces (…) de Angelita te digo que iba a venir pero no ha venido así que la estamos esperando. El Jabón no te lo he pedido mandar porque como está rociando no lo he podido apañar. Me dirás cuando me escribas si has recibido una caja de tabaco que me regalaron para ti y no me dices nada si la has recibido. La próxima semana te mandaré un colchón para que lo mudes y eches sobre el otro. Y sin otra cosa que decirte un abrazo de todos y tú las recibas de ésta que no te olvida “Remedios”, tu esposa (…)

La siguiente carta reflejaba desesperanza, miedo y fragilidad mental. Así nos lo muestra el siguiente documento de un preso de Canillas de Aceituno encerrado en la prisión de Vélez-Málaga, el cual tuvo que pasar varios años en la cárcel por haber pertenecido únicamente al partido socialista[3].

Iltmo. Sr. Juez Militar del Ejército del Sur en Vélez-Málaga. Iltmo. Señor.
Fernando Pérez Frías, natural y vecino de Canillas de Aceituno (Vélez-Málaga), casado y mayor de edad, a V.S. con el respeto y subordinación debidos expone: Que encontrándose detenido desde el día 17 de septiembre pasado y no teniendo más delito que el de haber pertenecido al partido socialista, según ficha leída por el señor Fiscal (Consejo del 17 de septiembre 2º grupo) y encontrándome enfermo, que el mismo señor Fiscal lo leyó en alta voz, como también el no tener ningún hecho delictivo, por lo cual el referido señor Fiscal retiró la acusación y yo Istmo. Sr que no pertenezco al partido socialista ni a ningún otro partido desde el año 34, por no agradarme en primer lugar y principalmente que mi estado del cuerpo no me lo permite por padecimientos nerviosos, dándome ataques de nervios y padeciendo neurasteuria, soy muy pobre de espíritu para todo, reconocido por el mismo sr médico forense de Vélez-Málaga don Francisco Saltos Bellido y por el titular del pueblo don Francisco de Martos Roca (actualmente en el frente de Córdoba) y hoy en día con llagas en las piernas y los muslos debido a los sufrimientos por mi poco espíritu y para más desgracia mía tiene que estar mi esposa asistiéndome sin poder cuidar a tres hijos de corta edad, a calor de los padres de ella, ya sexagenarios. Por lo relatado Iltmo Sr por creerlo de justicia y por su bondadoso corazón espero que VS haga esta obra de caridad a un desgraciado enfermo que tanto sufre por sus debilidades. Gracias anticipadas Istmo Sr y que Dios le de mucha suerte en su carrera, prosperidad para vivir con sus familiares y la Divina Providencia lo proteja en todo para bien de Dios y de la Patria.
Fernando Pérez Frías. Cárcel de Vélez-Málaga a 16-3-1938. ¡¡Arriba España!! ¡¡Viva Franco!! II Año Triunfal".

Sin duda, una de las cartas más emotivas que hemos encontrado es la de Fidelio Pareja Pareja, de Arenas (Málaga). Un joven de 25 años que fue ejecutado en las tapias del cementerio de Vélez-Málaga el 10 de noviembre de 1939. Únicamente había pertenecido como secretario al Comité de Salud Pública (por saber leer y escribir) durante menos de un mes, durante el cual gestionó la liberación de varias “personas de orden”. Cuando la guerra acaba, él, que se encontraba en zona republicana, regresa a su pueblo. Inmediatamente es encarcelado y le acusan de múltiples crímenes que él no había cometido. En el siguiente documento[4] se despide de los padres con unas palabras tan sinceras y justas que no pudo evitar expresar el estado de impotencia en el que se encontraba:

A mis padres en los últimos momentos de mi existencia.
Quisiera que éstas, mis últimas palabras, que os dirijo por mediación de estas líneas, las acogiérais con serenidad, orgullosos siempre de haber dado a un hijo a la muerte por el bien general de todos, sin que menoscabe vuestro espíritu, sumando fuerzas a vuestro sufrimiento. En ellas quisiera expresarles, de una manera sencilla, cuánto quiero y siento hacia vosotros. Pero el trance que paso me priva de poder coordinar mi expresión, no por temor a la muerte que me sobrevenga a mí, sino por vosotros, que no voy a poder recompensarles los sufrimientos que os llevo ocasionando por culpa de unos hombres, que, llamándose de orden, llevaron a nuestra casa cuanto mal pudiera acarrear. Para esto no cabe, por mi parte, más que el desprecio; quedando pues de vuestra conciencia su forma de proceder. Y a usted mama, que por ser mujer eres más frágil, le digo: La razón es nuestra, y por lo mismo, podrá usted caminar por todos lugares sin avergonzarse por nada, que su hijo no muere por ser asesino ni ladrón, que es lo que podría desprestigiar vuestro honor. Reciban un fuerte abrazo de su hijo”. 

Y para terminar, se conservan los versos de Francisco Fortes Marín, de Benamargosa (Málaga), sentenciado a muerte. Le escribe a su novia:

Querida Emilia / yo de verdad te pido / que no me olvides en la vida / porque me veas contigo. / Yo preso me encuentro / y condenado a la última pena / mucho te estoy queriendo / porque para mi eres buena. / Me queda un sentir profundo / muy grande y doloroso / que me voy de este mundo / y no puedo ser tu esposo. / Si yo en algún tiempo / me viera en libertad / con muchísimo sentimiento /te tenía que abrazar. / Yo a ti te abrazaría / con muchísimo orgullo / y tu a mi me dirías /  mi corazón es tuyo. / Oh! Cuánto placer / nosotros gozaríamos / cuando tu fueras mi mujer / y yo tu esposo querido. / Y no cansando más / yo te pido perdón / si te he llegado a molestar / porque pido nuestra unión. Vélez-Málaga. 13-7-38[5].




[1] Carta donada por Josefa Narváez Román, hija del que fue presidente del Comité en Riogordo.
[2] Procedimiento nº 209-1939. Juzgado Militar nº 24 de Málaga. Consejo de Guerra contra Antonio Rodríguez Narváez. Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga.
[3] Proceso nº 6-1938. Juzgado Militar nº 2 de Vélez-Málaga. Consejo de Guerra contra 16 personas de Canillas de Aceituno. Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga.
[4] Carta donada por Isabel Pareja Campos, natural de Arenas.
[5] Causa nº 55-1938. Juzgado Militar nº 4 Vélez-Málaga. Procedimiento sumarísimo de urgencias contra José Pérez Sánchez, Francisco Cordero Andrade, Francisco Martín Padilla, Francisco Fortes Marín, Antonio Serralvo García y Francisco Cabello Atencia. Juzgado Togado Militar Territorial nº 24 de Málaga.

Autor del artículo: Francisco M. González López